El precio invisible de la autoexigencia
¿Te suena esta frase…?
“No, si yo puedo sola.”
“Tranquila, yo me apaño.”
“Estoy bien.”
“No te preocupes, ya lo hago yo.”
Frases que salen solas, casi automáticas. Las hemos repetido tantas veces que ya ni nos damos cuenta. Y sin embargo, cada una de ellas es una pequeña renuncia. Una desconexión más de nosotras mismas.
Durante mucho tiempo, yo también las decía… hasta que un día me pillé diciéndolas una vez más y sentí que algo dentro de mí se rompía. Ese día me permití responderme con honestidad:
“No, no puedo con todo.”
Y no era que me hubiera vuelto floja, ni débil, ni menos válida.
Simplemente estaba aprendiendo a cuidarme.
Y cuidarme, mimarme, elegirme… también es reconocer mis límites. Reconocer que no puedo con todo, no porque no sea capaz, sino porque no quiero seguir sacrificándome por un ideal que me aleja de mi bienestar.
Cuando el cuerpo grita lo que el alma calla
“Puedo con todo” es una armadura. Una forma de demostrar —a veces a otros, a veces a nosotras mismas— que valemos, que somos fuertes, que merecemos amor, respeto, reconocimiento.
Pero… ¿a qué precio?
Llega un momento en que el cuerpo, cansado de tantas señales ignoradas, dice basta.
Ya no puedes más.
Ya no rindes igual.
Estás irritable, desconectada, agotada emocionalmente.
Y aún así, te exiges una sonrisa.
Quizá te duele la espalda, el cuello, el pecho.
Quizá no sabes por qué te sientes tan triste… pero tu alma sí lo sabe.
Ese es el precio invisible de la autoexigencia:
– Dejarte para después.
– Exigir sin descanso.
– No permitirte parar.
– Tener que hacerlo todo… y hacerlo perfecto.
¿Qué estás intentando esconder cuando repites que “puedes con todo”?
Detrás de esa frase que tantas veces te salvaste diciendo, puede haber mucho miedo:
– A no ser suficiente.
– A que te dejen de querer si no eres útil.
– A sentirte vulnerable.
– A decepcionar.
Pero yo te pregunto, corazón:
¿Qué parte de ti estás sacrificando por demostrar que puedes?
¿Tu salud? ¿Tu alegría? ¿Tu paz? ¿Tu tiempo con los que amas?
Y también:
¿Qué pasaría si te atrevieras a pedir ayuda?
¿Si por una vez te sentaras a recibir en lugar de dar?
¿Serías menos tú… o quizá empezarías a ser más tú que nunca?
Hoy te invito a parar…
A respirar.
A preguntarte con amor:
¿Qué necesito yo hoy?
Y a recordarte:
No eres más fuerte por aguantarlo todo.
Eres más fuerte cuando te atreves a cuidarte.
Si este texto ha resonado contigo, si sientes que algo dentro de ti quiere un espacio para abrirse, te invito a compartir un Café Consciente conmigo.
Un espacio íntimo, sin juicios, donde puedas simplemente SER, y empezar a recordar que no tienes que hacerlo todo sola.
💌 Escríbeme en privado y lo organizamos.
Porque si estás leyendo esto… quizá tu cuerpo y tu alma ya te están pidiendo parar.
Con amor,
Isabel María