cuando la resiliencia se convierte en tu mayor poder
Es el arte de levantarte y renacer
La resiliencia no es la ausencia de caídas, sino el arte de levantarse con fuerza y amor propio. Esta frase resume lo que ha sido, y sigue siendo, mi mayor especialidad en la vida: caer, tocar fondo y volver a reconstruirme. Con mimo, con consciencia, y cada vez más conectada con lo que siento.
Durante muchos años, me levanté a la fuerza. Me reconstruí sin darme el permiso de sentir el dolor. Simplemente tiraba para adelante, con la convicción de que había tocado fondo y, desde ahí, solo quedaba alzar el vuelo.
Mi primera gran caída profesional
Así fue como resurgí de una etapa muy dura en mi primera experiencia laboral. Una etapa que marcó profundamente mi camino. En ese momento, al finalizar la universidad y tras vivir una beca de prácticas en Italia que me llenó de energía, me sentía pletórica. Postulé para una beca en un Ayuntamiento, y tuve la suerte de ser entrevistada por una mujer auténtica, con garra, femenina… todo lo que yo soñaba ser. El puesto fue mío.
Durante años disfruté muchísimo de mi trabajo en la Concejalía de Cultura, Educación y Festejos. Fue una experiencia enriquecedora, llena de aprendizajes, eventos y proyectos que alimentaban mi vocación de servicio. Pero pronto descubrí el lado oscuro de la política y las dinámicas laborales tóxicas.
El bullying profesional y la caída emocional
Lo que empezó como un trabajo soñado, terminó convirtiéndose en una pesadilla emocional. Sin darme cuenta, fui testigo de conversaciones duras, situaciones complicadas y conflictos internos que crecían día a día. Lo que era una guerra fría, se transformó en una guerra entre personas. Me vi envuelta sin entender muy bien por qué, posicionada en un “bando” sin haber elegido nada.
Mi integridad personal fue malinterpretada. Mi lealtad a mis valores se convirtió en un problema dentro de un entorno donde las máscaras y los juegos de poder eran lo habitual. Y así, comencé a vivir el bullying profesional en carne propia.
Cada mañana era una incertidumbre: ¿iba a trabajar o a enfrentar un juicio? ¿Entraba en una oficina o en una sala de castigos? Aislada, sin tareas, relegada a un espacio que antes era acogedor y se volvió un desierto de tristeza. Así me sentí: como un trasto olvidado en un rincón.
Finalmente, con el corazón roto, pedí la baja médica. Salí de allí sintiéndome derrotada, frustrada por no comprender cómo un entorno adulto podía ser tan cruel, tan insensible a la voz del alma. Una experiencia que dejó huella… una cicatriz que hoy ya no sangra, pero sigue recordándome que sentir también es parte del renacimiento.
La impaciencia de ser y el renacer sin pausa
Me refugié en casa de mis padres durante un tiempo. Intenté reconectar con mis metas y retomé las oposiciones. Pero la impaciencia por “ser”, por volver a la acción, me hizo aceptar rápidamente un nuevo empleo: administrativa en una empresa de construcción. Casi sin darme espacio para sanar, ya estaba otra vez trabajando.
A veces, volver a la rutina puede ayudarte. Otras veces, solo pospone el verdadero encuentro contigo misma. En mi caso, fue una lección más.
Si tú también has tocado fondo…
Si estás pasando por una situación parecida o si alguna vez sentiste que te empujaban al vacío sin explicación, quiero decirte esto: no estás sola. Date el permiso de sentir, de parar, de habitarte. A veces el dolor necesita ser escuchado antes de poder soltarlo.
Y si te apetece compartirlo, si sientes que hablarlo puede ayudarte, aquí estoy. Te invito a un café virtual, a un espacio seguro donde escucharte y acompañarte en tu propio renacimiento.
Porque renacer es posible, y cada caída puede convertirse en una puerta hacia tu verdadera esencia. Haz click y descubre TU ESENCIA EN ACCIÓN.
Isabel María
Terapeuta Holística – Coach de Equilibrio 💫
Acompañándote a vivir desde tu esencia
