El arte de reconectar
Hay algo profundamente humano en compartir un café. Más allá del aroma, del sabor, o de la costumbre, el «café partagé» —ese café compartido— se convierte en un ritual que nos conecta, nos sostiene y, a veces, incluso nos sana.
Desde niña, el olor del café al amanecer era parte de mi despertar. Un aroma que no sólo anunciaba un nuevo día, sino que también hablaba de un amor: el de mis padres, que compartían su café como un pequeño acto de cuidado mutuo. Aquella escena se grabó en mí. Sin saberlo, estaba aprendiendo que un café compartido es más que una bebida: es un espacio de encuentro.
Años después, fui yo quien empezó a amar el café. Y con él, ese momento de pausa, de conversación, de conexión. En Italia, en Potenza, tomaba espresso con mis colegas antes de empezar la jornada. Era un ritual breve pero poderoso, donde la calidez humana se colaba entre sorbos cortos y palabras sencillas.
En España, el café era el corazón del equipo. Cada mañana, la primera en llegar preparaba el café para todas. Era un gesto silencioso de cuidado. Así comenzaban nuestros días: con un café compartido que nos unía más allá de los roles laborales.
Pero como muchas cosas en la vida, también ese momento se fue transformando. Un día me descubrí tomando café a toda prisa, corriendo entre reuniones, sin saborearlo, sin miradas ni palabras. El café había perdido su alma. Era sólo una bebida más.
Fue entonces cuando empecé a recuperar su esencia. Al llegar a Suiza, mi primer café del día se volvió íntimo, un momento sagrado conmigo misma. Un café para reconectar, para estar presente, para simplemente SER.
Con el tiempo, ese café también empezó a compartirse de nuevo. Al principio, de forma virtual. Luego, con personas que se fueron cruzando en mi camino, muchas veces desconocidas, pero con las que compartí palabras, emociones, y silencios que dejaron huella.
Cafés que duraron una hora… o dos. Conversaciones de alma a alma. Encuentros transformadores que nacieron de un simple «¿nos tomamos un café?»
Hace unos meses, cuando participé en La Genevoise y me preguntaron qué era para mí ser «Genevoise», recordé precisamente eso: ese café partagé, ese momento que me recuerda quién soy, que me ancla, que me invita a compartir desde el corazón.
Hoy quiero invitarte a ti, que lees estas palabras, a regalarte ese momento. A dejar de correr. A permitirte un café contigo. Un café con alguien con quien compartas más que palabras: presencia, autenticidad, alma.
Porque el café compartido sigue siendo un acto revolucionario de conexión en este mundo acelerado. Un café donde no hay que hacer, sino simplemente estar.
Y tú, ¿te lo regalas?
¿Qué significa para ti un café partagé?
¿Con quién compartirías hoy ese café que te nutre?
Te leo en los comentarios… o quizá… ¿nos tomamos un café compartido?
Haz click y agendemos ese café partagé.
Isabel María
Terapeuta Holística – Coach de Equilibrio 💫
Acompañándote a vivir desde tu esencia