Cuando las exigencias se acuestan contigo
Hay noches en las que no duermes. No porque no estés cansada. No porque el silencio no acompañe. Sino porque dentro de ti, una voz —a veces suave, a veces implacable— no deja de recordarte todo lo que no hiciste. Todo lo que falta. Todo lo que deberías haber sido, dicho, hecho o sentido.
La cama, ese lugar que debería cobijarte, se convierte en el campo de batalla de tus pensamientos. Cierras los ojos, pero tu mente no. La ansiedad nocturna llega sin avisar, pero en realidad la has estado gestando durante el día. Y muchas veces, su raíz no es otra que la autoexigencia.
Cuando no puedes parar ni para dormir
Esa sensación de que no puedes permitirte soltar, de que el día no fue suficiente, de que aún no mereces descanso… ¿te suena?
Porque cuando vives el día en modo supervivencia, postergándote, conteniéndote, olvidándote… la noche es muchas veces el único momento en el que todo lo callado empieza a gritar. Y entonces, aparece la ansiedad.
Tu cuerpo está en la cama, pero tu mente sigue activa:
— repasando tareas pendientes,
— imaginando futuros que te presionan,
— repitiendo escenas del pasado que no puedes cambiar,
— juzgándote con dureza,
— reclamándote más de lo que puedes dar.
Y si te fijas, muchas veces el insomnio no es más que un síntoma de tu alma queriendo ser escuchada.
Autoexigencia: la compañera de cama que no te deja dormir
La autoexigencia te hace creer que solo vales si rindes, si logras, si demuestras, si puedes con todo. Y así, incluso en la noche, cuando ya nadie te pide nada, tú sigues pidiéndote. Sigues rindiendo cuentas.
¿Y si empezaras a hablarte distinto?
¿Y si esta noche decidieras abrazarte en lugar de exigirte?
Abrazarte con compasión: una práctica para transformar tu noche
Te propongo algo. No como una técnica mágica, sino como un gesto de amor hacia ti. Esta noche, antes de dormir, detente un momento. Coloca tu mano en el pecho o en tu vientre. Respira profundo.
Y repite, en voz alta o en silencio:
“No tengo que resolverlo todo hoy.”
“Hice lo que pude, y eso es suficiente.”
“Estoy aquí para mí.”
“Merezco descanso, sin condiciones.”
Puede que al principio estas palabras te suenen ajenas. Puede que una parte de ti no las crea del todo. Está bien. No necesitas forzar nada. Solo repetirlas con ternura, como quien acompaña a una niña pequeña que ha tenido un día difícil.
Haz de este momento una práctica. Un ritual de regreso a ti.
La ansiedad no se va con lucha, se disuelve con presencia y compasión.
La noche puede ser refugio, no castigo
Quizás te cueste dormir. Quizás sigas sintiendo inquietud. Pero si empiezas a bajar la voz de la exigencia y subir el volumen del cuidado, poco a poco, tu cuerpo entenderá que puede soltarse. Que no está sola. Que no tiene que sostenerlo todo.
Porque tú no eres solo la que produce, organiza y resuelve.
Eres también la que siente, la que sueña, la que necesita ternura.
Y mereces dormir como quien se siente a salvo.
Como quien sabe que, incluso en medio de la incertidumbre, se tiene a sí misma.
Isabel María
Terapeuta Holística – Coach de Vida y de Carrera
💛 Acompañándote a transformar tu inquietud en claridad,
y tu esencia… en acción.
1 comentario en «Ansiedad nocturna»
Esta perfecto. Un beso